SOMOS LO QUE COMEMOS

martes, 20 de enero de 2009

Los actuales libros sobre el embarazo y los bebés: repletos de malos consejos.

Por Lisa Bianco-Davis 

Si nos paseamos por la sección del “bebé y embarazo” de cualquier librería o biblioteca nos encontraremos con una apabullante variedad de libros destinados a la mujer embarazada. Estos libros están escritos por médicos, tocólogos, matronas, madres... y otros. Por desgracia, ninguno de esos autores parece haber leído el trabajo de Weston A. Price. 

Mi marido y yo estamos esperando nuestro primer hijo este año. Siendo una madre primeriza que está familiarizada con el trabajo del doctor Price, tenía curiosidad naturalmente por lo que decían los libros de embarazo sobre el asunto de la nutrición. Así que fui a una librería local y eché un vistazo a una estantería cargada de libros. Me sorprendió, no la variedad de recomendaciones en los distintos libros, sino la consistencia del mensaje de todos ellos. Muchos de los libros incluían la pirámide alimenticia de la USDA, y recitaban las mismas recomendaciones del gobierno. Aunque algunas de esas recomendaciones son útiles, la mayoría son imprecisas o totalmente equivocadas. 

Cuando Weston Price estudió las sociedades tradicionales, encontró que éstas daban un fuerte énfasis a la nutrición de las parejas antes del embarazo y de las mujeres durante éste y en la lactancia. Los alimentos que estas sociedades consideraban absolutamente esenciales para producir niños saludables eran los alimentos marinos (desde pescado hasta marisco, aceites de hígado de pescado y huevos de peces), órganos de animales, insectos, grasas animales, yemas de huevo, leche entera, queso y mantequilla de vacas que comen hierba verde. Cuando las estudió en el laboratorio, Price descubrió que estos alimentos tenían un contenido alto en minerales y vitaminas, particularmente las vitaminas liposolubles (solubles en grasa): A, D y K2 (el “Activator X” de Price). Determinó que estas dietas tradicionales proveían diez veces la cantidad de vitaminas liposolubles de la dieta americana de los años 30. 

Veamos ahora las recomendaciones de los libros del embarazo referentes a estos alimentos que eran considerados esenciales en las sociedades tradicionales. 

PESCADO 

Los libros modernos generalmente recomiendan algo de pescado y afirman correctamente que el pescado es una buena fuente de los importantes ácidos grasos Omega-3. Sin embargo, sugieren que la cantidad de pescado se limite debido a miedos sobre la contaminación con mercurio. (Uno de los libros específicamente recomendó peces de granjas de acuicultura que contienen colorantes químicos y se alimentan con dietas artificiales, ¡¿para proteger a los niños del mercurio de los peces salvajes!?) Pero ninguno de los libros menciona el pescado más denso en nutrientes: el marisco, los órganos de los peces, o los huevos de éstos. Aunque algunos autores mencionan el aceite de hígado de bacalao, ninguno de los libros que yo revisé lo recomendaban. Uno advertía seriamente el peligro de los aceites de pescado debido a preocupaciones de “excesivos” niveles de vitaminas A y D. Decía así: “Los aceites de pescado (aceite de hígado de bacalao) y el hígado no se recomiendan como fuentes seguras de vitamina D durante el embarazo”. (8) 

CARNES DE ÓRGANOS 

Unos pocos libros del embarazo mencionaron el hecho de que las carnes de órganos son ricas en hierro y vitamina A. Sin embargo, ninguno las recomendaba. De hecho, la mayoría contenían afirmaciones ambiguas o totalmente falsas sobre la vitamina A. “La vitamina A se encuentra en los vegetales naranjas y de hojas verdes, el hígado y otras carnes de órganos, en la mantequilla y en la leche fortificada”. (3) La verdad es que la Vitamina A completa no se encuentra en los vegetales naranjas y de hoja verde, sólo está en alimentos animales.

Algunos libros advierten en contra de la consumición de “demasiada” vitamina A, alegando que 10.000 UI por día aumenta el riesgo de defectos de nacimiento. Sólo un par de libros hace la importante distinción entre la vitamina A natural que se encuentra en los alimentos y la vitamina A sintética de los suplementos. La vitamina A sintética, en las pastillas multi-vitamínicas y en productos procesados como la margarina se ha relacionado con defectos de nacimiento y es mejor evitarla a toda costa. Otros dos libros decían que no puedes tener sobredosis de vitamina A si ésta procede de los alimentos, pero sin embargo un libro en particular advertía varias veces en contra de la consumición de hígado u otras carnes de órganos. “El hígado, que puede tener bastante cantidad de vitamina A completa, es una de las mejores fuentes de hierro y algunas veces es recomendado a las mujeres que padecen una anemia con deficiencia de hierro. Es además una fuente nutritiva y barata de ácido fólico y oros nutrientes. Sin embargo, debido a su excesivo contenido de vitamina A, recomendamos que el hígado no sea consumido en ninguna cantidad apreciable empezando un mes antes del embarazo.” (8)

Weston Price enfatizó el hecho de que ni la proteína, ni los minerales, ni las vitaminas solubles en agua pueden ser utilizadas por el organismo sin Vitamina A y que sólo fuentes animales pueden proveer cantidades adecuadas de este vital nutriente. Pero en vez de animar a las mujeres embarazadas a consumir fuentes naturales de la verdadera vitamina A como el hígado y otras carnes de órganos, el aceite de hígado de bacalao y los huevos, la mantequilla y la nata de vacas criadas en pasto, los modernos libros le dicen a las futuras madres que obtengan la vitamina A que necesitan (que en el embarazo es mucha) del betacaroteno, afirmando que éste será convertido a vitamina A según el cuerpo la necesite. Estos autores parece que no entienden el hecho de que la conversión del betacaroteno a vitamina A depende de muchos factores, incluyendo una suficiente cantidad de grasa en la dieta, y la producción de vitamina A de precursores vegetales es difícil para una gran parte de la población, incluyendo aquellos con problemas digestivos o de tiroides.

 GRASAS ANIMALES 

Cuando se comparan las recomendaciones de los libros modernos del embarazo con la sabiduría de las sociedades tradicionales, las diferencias no son en ningún sitio tan llamativas como en el tema de las grasas. Los diversos libros contenían copiosas advertencias de evitar la grasa en general y la grasa saturada en particular. Algunos ejemplos de las modernas barbaridades, perdón, recomendaciones: 

  • La necesidad de grasa de tu cuerpo es mínima, reduce tu ingesta recortando la grasa de la carne, usando menos mantequilla, bebiendo leche baja en grasa, hirviendo o cocinando al vapor los alimentos...”(1)
  • “Limita la ingesta total de grasas al 25 o 30 % de las calorías totales evitando las grasas saturadas en carnes grasas y productos lácteos...” (2)
  • No puedes comer mantequilla porque su alto contenido en grasa saturada incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares...” (2)
  • Elige carnes magras y recorta la grasa de la carne antes de cocinarla. En las aves, quita la piel.” (4)
  • Las grasas saturadas son las menos saludables y es mejor usarlas en pequeñas cantidades. Sé sobria con la mantequilla, la grasa de la carne, el coco, aceites de coco y de palma.” (5)
  • Los bebés no necesitan ningún aceite...” (7) 

Estas opiniones son típicas de la actual “grasa-fobia”, pero todo el mundo debería saber que no están apoyadas ni por la evidencia de sociedades tradicionales saludables ni  tampoco por los descubrimientos de la ciencia moderna.

Los lectores de La Sabiduría de las Tradiciones (Wise Traditions) saben que la grasa saturada no es la culpable de las enfermedades cardiovasculares, el cáncer o el gran número de condiciones que frecuentemente se le atribuyen. De hecho, la grasa saturada juega unos papeles muy importantes en la química de nuestro cuerpo. Muchos de los pueblos saludables que Weston Price estudió hacían cosas extraordinarias para obtener grasa saturada, como cazar animales específicos durante la estación en la cual se maximiza el contenido de grasa de ese animal; además, estas culturas preferían las porciones con más grasa de los animales, y a menudo tiraban a la basura las partes más magras de músculo. 

YEMAS DE HUEVO

Los actuales libros del embarazo no comprenden bien el valor de los huevos. La mayoría de los libros no recomiendan huevos pero advierten que no se tomen más de 2 al día, y unos pocos libros dicen que no se deben tomar huevos más de dos o tres veces por semana, o que se consuman sólo las claras.

La mayoría de los libros recomiendan los huevos por su contenido proteínico, y muchos de ellos animan a consumir sólo las claras para evitar el contenido graso de las yemas. Los libros también contienen información errónea sobre el colesterol, afirmando que las dietas altas en colesterol causan enfermedades cardiovasculares, y consecuentemente recomiendan sólo las claras de huevo (y tirar las yemas densas en nutrientes). Un autor incluso recomienda sustitutos de los huevos (que causaron una muerte rápida en animales de laboratorio). “Las yemas de huevo contienen una cantidad significativa de grasa y colesterol. Los sustitutos de huevo refrigerados disponibles en tu supermercado local ofrecen una alternativa libre de colesterol y baja en grasas.” (4)

¡En la sección de recetas de cocina de un libro cada receta que necesitaba huevos usaba las claras sólo...! La receta de “huevos con crema” usaba claras de huevo, aceite de oliva, leche desnatada, harina blanca, sal, pimienta, azúcar y magdalenas de trigo integral. La autora comenta que era el plato de huevos favorito de la abuela de su marido, “por supuesto ella usaba nata y ponía las yemas de huevo arriba” (5) ¡Lo que yo digo es que necesitamos volver a las recetas tradicionales e incluir la nata y las yemas de huevo! Aunque es cierto que los huevos contienen grasa y colesterol, éstos son unas sustancias naturales muy valiosas, especialmente necesitadas en la dieta de los niños en edad de crecimiento. Y el colesterol no es ese demonio grasiento que nos pintan. No hay estudios válidos que relacionen el colesterol dietético con enfermedades. Al contrario, se ha constatado que la gente cuya dieta carece de colesterol, tiene más posibilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares o cáncer, porque se ha visto que la grasa que obstruye las arterias no es grasa saturada, sino aceites vegetales. De hecho, el colesterol es la materia de reparación de nuestro cuerpo, por eso la gente mayor, cuyo organismo está envejeciendo, su cuerpo produce más colesterol que en la gente joven.

Las claras de huevo son una buena fuente de proteína, pero las yemas son un alimento incluso más valioso para el crecimiento del bebé, ya que proporcionan vitaminas A, D y E, además de nutrientes que son críticos para el desarrollo del cerebro, como son los ácidos grasos EPA, DHA y la colina.

Muchos de los libros también advierten del peligro de comer huevos crudos o poco cocinados por miedo a contraer salmonella o listeria. De hecho, no hay problema en consumir las yemas crudas si están en buen estado. Las claras, sin embargo, deben cocinarse para neutralizar algunos inhibidores enzimáticos que pueden interferir con la digestión. 

LECHE ENTERA, QUESO Y MANTEQUILLA

Casi todos los libros modernos del embarazo que yo consulté recomendaban consumir leche y productos lácteos para asegurar una adecuada ingesta de calcio. Sin embargo, ninguno de los autores señaló el hecho de que el calcio de la típica leche comercial es absorbido pobremente. Ni tampoco mencionan el hecho de que sin una adecuada cantidad de fósforo el calcio no puede absorberse, pero la destrucción completa de la enzima fosfatasa (necesaria para asimilar el fósforo) es la prueba estándar para constatar la pasteurización de la leche. En vez de recomendar leche sin pasteurizar (el alimento perfecto de la Naturaleza), ¡te advierten en contra de ella! “Bebe y come sólo productos lácteos pasteurizados, y evita los quesos tiernos como las variedades Brie, Camembert, Roquefort, feta y mexicanas. Estos quesos, y las comidas sin pasteurizar hechas con ellos, pueden darte una intoxicación alimentaria conocida como listeriosis” (3)

Las mujeres embarazadas deberían evitar completamente . . . leche cruda (sin pasteurizar) o comidas que la contengan.” (4)

En realidad, la leche cruda es más segura que la pasteurizada. Leche cruda proveniente de vacas saludables, alimentadas en pastos, ha sido un alimento principal en muchas culturas durante siglos, y ha contribuido a una fabulosa salud, no causando enfermedades.

La mayoría de los libros recomendaban usar leche desnatada, queso con bajo contenido en grasa, y evitar la mantequilla, en un intento equivocado de que las mujeres no ganen mucho peso o restrinjan la grasa saturada y el colesterol, ajenos al hecho de que el colesterol y la grasa saturada son necesarios para el desarrollo cerebral del feto. “Opta por versiones bajas en grasa de productos lácteos que ofrecen grandes beneficios nutricionales: leche y yogur bajos en grasa o sin grasa, crema de queso y nata fresca sin grasa, quesos bajos en grasa.” (6)

Más malos consejos: “Debido a que son de origen animal, los productos lácteos pueden contribuir también a una ingesta de grasa saturada y colesterol, por lo que eligiendo versiones bajas en grasa de estos alimentos puede ayudar a mantener bajos tus niveles”. Afirman que la “Leche desnatada tiene todos los nutrientes importantes en la misma cantidad que la leche semi-desnatada o la leche entera” (4) Pero la realidad es que la leche desnatada no tiene ninguna de las vitaminas liposolubles de la grasa de la leche cuya importancia para mantener una salud espléndida Weston Price señaló.

Unos pocos libros señalaban que algunas personas no digieren la lactosa (el azúcar de la leche), por lo que recomendaban obtener calcio de la soja, tofu, nueces, semillas, brócoli, vegetales de hoja verde, leche de soja y zumo de naranja con calcio añadido. Estos autores no entienden que consumir leche en su estado natural crudo y/o fermentado permite a muchas de esas personas que tienen "intolerancia a la lactosa" digerir los productos lácteos. Asimismo les falta mencionar las nutritivas sopas de huesos, otra excelente fuente de calcio y otros minerales usada por muchas culturas que no beben leche [en la nuestra, el famoso “cocido”]. 

Uno de los libros, cuando hablaba sobre la alimentación de los niños, afirmaba una cosa espantosa: “Los niños no necesitan leche entera para el desarrollo del cerebro. Ese mito es viejo, nunca fue verdad y ha sido desacreditado” (7) No puedo entender cómo alguien puede llegar a esa conclusión. Podría parecer un viejo mito leer que incluso tan tarde como los años 20 los médicos estaban recomendando leche para el tratamiento de muchas enfermedades, y que la leche ha sido vista como un alimento saludable desde la Antigüedad. Pero al mismo tiempo, puedes encontrar estudios de finales de los años 20 que han relacionado el consumo de leche con asma, infecciones recurrentes del oído, diabetes y una gran cantidad de otras enfermedades. Podría ser lógico concluir que la leche nunca fue un alimento saludable, pero esta conclusión pasaría por alto varios cambios importantes que ocurrieron en la producción de la leche durante ese periodo de tiempo.

El primer cambio importante tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando la gente en las ciudades empezó a confinar a las vacas en establos de engorde concentrados, y a alimentarlas con desperdicios en lugar de permitirles pastar en hierba verde. Esto causaba enfermedades a las vacas, y a la gente que bebía su leche. El segundo cambio importante fue instituido para combatir los desastrosos efectos en la salud pública de estas granjas lecheras confinadas. Alrededor de 1910, la mayoría de las ciudades americanas requerían la pasteurización y para 1950, la mayoría de la leche estaba pasteurizada. Estos cambios, unidos a la homogeneización, han transformado la leche de un alimento que promueve la buena salud a una sustancia causante de enfermedades.

En contraste, el doctor Price encontró varias culturas que dependían fuertemente de la leche entera sin pasteurizar de vacas pastando en pastos verdes. Los Suizos de las montañas y los Masai, entre otros, son importantes ejemplos de culturas primitivas que dependían del valor nutritivo de los productos lácteos enteros sin pasteurizar. Weston Price observó pueblos tradicionales que recorrían grandes distancias para obtener alimentos con un alto contenido en vitaminas liposolubles para las mujeres embarazadas. “Entre los primitivos Masai en ciertos distritos de África,” escribió el doctor Price, “a las chicas se les requería esperar para casarse hasta el periodo del año en que las vacas comían hierba joven de crecimiento rápido y usar la leche de estas vacas durante un cierto número de meses antes de que se casaran”. En los Alpes Suizos, la mantequilla de vacas que comían hierba verde de crecimiento rápido era una “comida sagrada”, considerada muy importante para las mujeres embarazadas. Cuando las vacas comen hierba verde de crecimiento rápido, la grasa de la leche que producen contiene gran cantidad de vitaminas A, D y K2 (Activador X), todas ellas importantes catalizadores para el crecimiento y la asimilación de nutrientes. Las sociedades tradicionales siempre consumían su leche, queso y mantequilla crudos y a menudo los fermentaban, y valoraban mucho la mantequilla de color amarillo brillante de animales alimentados con pasto.

Otros de los temas que los libros de embarazo trataban eran las categorías alimenticias, los suplementos vitamínicos y el tema de las dietas vegetarianas. 

HIDRATOS DE CARBONO

Todos los libros que revisé animaban a usar los hidratos de carbono como la principal fuente de calorías. Ya que quieren que todo el mundo limite la ingesta de grasa (y de proteína hasta cierto punto), tienen que depender de los carbohidratos para las calorías que necesitan. Muchos de ellos seguían las guías de la pirámide alimenticia de 6-11 raciones de cereales al día. Aunque recomiendan cereales integrales en vez de harinas refinadas, ninguno de los libros menciona que la digestibilidad y el contenido de nutrientes de estos granos integrales mejorarían en gran medida con el remojo, la germinación o la fermentación con levadura. Las sociedades tradicionales empleaban estos métodos para desactivar los inhibidores enzimáticos, los anti-nutrientes, como el ácido fítico, que contienen los granos enteros, las semillas y las legumbres.

Los modernos libros afirman que para tener hijos sanos, una mujer necesita obtener el 45-65 % de las calorías diarias de los hidratos de carbono. Esto es obviamente falso, y sería sorprendente para las saludables mujeres esquimales que el doctor Price estudió. Informes muestran que los esquimales que consumen sus dietas nativas obtienen aproximadamente el 80 % de las calorías que necesitan de la grasa animal, componiendo el resto de su dieta proteína mayormente y muy poco de carbohidratos. El doctor Price escribió sobre los esquimales: “Uno no se hace a la idea del magnífico desarrollo dental de los esquimales primitivos, simplemente viendo que tienen una total ausencia de caries dental. El tamaño y la fortaleza de la mandíbula, la amplitud de la cara y la fortaleza de los músculos de masticación todo alcanza un nivel de excelencia que es muy raramente visto en otras razas.” 

PROTEÍNAS

Los modernos libros de embarazo acentúan con acierto la importancia de la proteína en las dietas de las mujeres embarazadas. Una adecuada proteína es necesaria para la formación de tejidos (incluyendo el bebé y la placenta), hormonas, el aumento del volumen sanguíneo, y la leche durante la lactancia. Algunos de los libros sugieren buenas fuentes de proteína como los huevos, la carne roja, aves, pescado, queso y leche. Sin embargo, muchos de ellos recomiendan consumir estos alimentos sin su componente graso natural, como leche desnatada, claras de huevo, pollo sin piel y carne extra magra. Bastantes de los libros recomiendan limitar el consumo de carne, prefiriendo fuentes vegetarianas de proteína. Muchos incluso dicen que es posible obtener todas las proteínas necesarias de fuentes vegetales como legumbres, cereales integrales y productos de soja. 

LAS DIETAS VEGETARIANAS

Todas las culturas saludables que el doctor Price estudió comían algunos alimentos de origen animal; en algunos de ellos (como los esquimales y los Masai), los alimentos animales comprendían casi el 100 % de sus dietas. Ninguna de las sociedades tradicionales que él estudió era vegetariana, sin embargo la mayoría de los libros modernos nos quieren hacer creer que tendríamos mejor salud si elimináramos los alimentos de origen animal de nuestras dietas. No, gracias; lo intenté hace algunos años, y tengo más salud ahora que he reintroducido los alimentos de origen animal en mi dieta. 

LA SOJA

Sólo uno de los libros que revisé advertía de alguna forma en contra de la soja, diciendo que una reciente controversia cuestiona su “seguridad durante el embarazo” (4) El resto animaban al uso de productos de soja como tofu, brotes de soja, leche de soja, TVP (proteína vegetal texturizada), granos de soja cocinados, polvo de soja, harina de soja, etc. Recomiendan soja como una fuente de proteínas porque es baja en grasa saturada y colesterol, sin mencionar la tremenda cantidad de fitoestrógenos que el bebé recibirá a través de la dieta de su madre. ¡Un autor incluso afirmó que el tofu puede ser el alimento perfecto! Las revistas de embarazo y de bebés son incluso peores, especialmente las que se especializan en salud “alternativa” o “natural”. Tienen publicidad para todo tipo de alimentos de soja, promoviendo la leche de soja, y el yogur de soja como comida saludable para niños en edad de crecimiento...

SUPLEMENTOS

La mayoría de los libros recomendaban obtener las vitaminas y los minerales de fuentes alimenticias, y usar suplementos dietéticos sólo como salvaguarda. Pero me fue difícil creer la estupidez de algunas de las afirmaciones que leí. Por ejemplo, un autor dice que primero hay que recurrir a la comida para cubrir tus necesidades de nutrientes, y sólo a suplementos en última instancia, y sin embargo en la siguiente frase parece que no ve la contradicción que ha creado cuando recomienda consumir alimentos “fortificados”. (2) La autora parece que no es consciente del hecho que “fortificado”, referente a alimentos procesados, significa que durante el proceso de fabricación del producto se le han añadido vitaminas sintéticas o suplementos minerales. Eso no es lo mismo que obtener tus nutrientes de los alimentos solamente. Beber zumo de naranja con “calcio añadido” es lo mismo que beber un vaso de zumo de naranja y tomarte después unas pastillas de calcio. Igualmente beber leche con vitaminas A, D, o E añadidas es como si te estuvieras tomando pastillas de estas vitaminas “sintéticas”, no naturales, por lo que hay probabilidades de que no funcionen como las naturales o de que incluso sean tóxicas.

¿TIENEN ALGO BUENO?

No todos los consejos alimenticios de estos libros son malos. Hay que reconocer que estos autores instan a consumir vegetales de hoja verde, cereales integrales, frutas, frutos secos, vegetales coloridos y pescado, y advierten en contra de las grasas vegetales hidrogenadas. Muchos de ellos también llaman la atención sobre los medicamentos sin receta, fumar, beber alcohol o bebidas con cafeína, y la exposición a toxinas. Al menos la mujer corriente mejoraría algo su dieta si siguiera las recomendaciones de estos libros, simplemente porque restringiría el azúcar blanco, la harina blanca y los aceites vegetales hidrogenados, y comería más vegetales. Pero no obstante en ninguna de las recetas o planes de comidas encontré alguna fuente sustancial de las vitaminas liposolubles que el doctor Price descubrió que eran tan esenciales para la buena salud de la madre y de la descendencia. Las comidas de estos libros no incluyen carnes de órganos, grasas animales o lácteas, pescado azul, huevos de pescado, o huevos enteros. 

ATAQUES AL CORAZÓN DE LOS AUTORES DE LIBROS DE EMBARAZO

Mi dieta en el embarazo les habría producido a la mayoría de estos autores un ataque al corazón. Yo comía dos o más huevos enteros al día. Toda la leche que bebo es entera, sin pasteurizar y a menudo fermentada. Como carne (ternera, cerdo, cordero, pollo, pavo, pescado, marisco, hígado) dos o más veces al día, siempre con toda su grasa. Uso manteca de cerdo para cocinar, y como algo de ternera y pescado crudos. Como sólo una pequeña cantidad de cereales, a menudo una rebanada de pan germinado de trigo integral, rellenada bien con mantequilla y queso crudos. Intento tomar al menos dos cucharadas o más de aceite de coco al día, además de las dos cucharadas o más de mantequilla cruda, y una cucharada de aceite de hígado de bacalao. El resto de mi dieta está compuesta por frutas, vegetales y frutos secos. ¡Una dieta que no podría encajar con la pirámide alimenticia de la USDA! Pero desafío a cualquiera que me muestre alguna sociedad, sea tradicional o no, que haya producido niños saludables y robustos con las dietas que se recomiendan en esos libros. 

DIETA RECOMENDADA PARA MUJERES EMBARAZADAS O EN LA LACTANCIA 

  • 1 cucharada de aceite de hígado de bacalao al día
  • 2 vasos de 24 cl. de leche entera al día, preferentemente sin pasteurizar y de vacas en pasto.
  • 4 cucharadas de mantequilla al día, preferentemente de vacas en pasto.
  • 2 o más huevos al día, preferentemente de pollos camperos en pasto.
  • Yemas de huevo adicionales al día, añadidas a dulces, salsas de ensaladas, huevos revueltos, etc.
  • 85-110 g. de hígado fresco, una o dos veces al día.
  • Pescado fresco, de 2 a 4 veces a la semana, especialmente, salmón salvaje, marisco y huevos de pescado.
  • Cordero o ternera frescos al día, siempre consumidos con su grasa.
  • Pescado azul o manteca de cerdo al día, para obtener vitamina D.
  • 2 cucharadas de aceite de coco o media taza de leche de coco al día, que pueden usarse también para cocinar o en dulces.
  • Condimentos y bebidas lactofermentados.
  • Huesos usados en sopas, cocidos y salsas.
  • Cereales integrales remojados.
  • Frutas y verduras frescas, preferentemente de agricultura ecológica.

EVITAR

Grasas o aceites vegetales hidrogenados o parcialmente hidrogenados.

  • Refrescos
  • Comida basura
  • Cafeína (café, té, chocolate negro, refrescos de cola)
  • Comidas precocinadas fritas
  • Alcohol
  • Azúcar y jarabe de fructosa de maíz
  • Tabaco.
  • Drogas (e incluso medicamentos con receta)
  • Soja o productos hechos con ella.
  • Vitaminas sintéticas (en suplementos multivitamínicos)


LOS LIBROS QUE REVISÉ 

1.  The Complete Book of Pregnancy and Childbirth by Sheila Kitzinger, Knopf, 2003.

2.  Nutrition for a Healthy Pregnancy by Elizabeth Somer, MA, RD, Owl Books, 2002.

3.  Nine Months and a Day: A Pregnancy, Labor and Delivery Companion by Linda Hughey Holt, MD, FACOG and Adrienne B. Lieberman, Harvard Common Press, 2000.

4. The Everything Pregnancy Nutrition Book by Kimberly A. Tessmer, RD, LD, Adams Media Corporation, 2005.

5.  Mothering Magazine’s Having a Baby, Naturally by Peggy O’Mara (editor of Parenting magazine) and others, Atria 2003.

6.  The Gift of Health by Karin B Michels, ScD, MSc, MPH and Kristine Napier, MPH, RD, LD, Pocket, 2001.

7.  Listening to Your Baby by Jay Gordon, MD, Perigee Books, 2002.

8.  Before Your Pregnancy by Amy Ogle, MS, RD and Lisa Mazzullo, MD, Ballentine, 2002.

9.  The Complete Idiot’s Guide to Pregnancy and Childbirth by Michele Isaacs Glicksman, MD with Theresa Foy DiGeronimo, Alpha, 1999.

10. What to Expect When You’re Expecting by Arlene Eisenberg, Heidi E Murkoff & Sandee E Hathaway, BSN, Workman Publishing Company, 2002. 


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