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miércoles, 2 de enero de 2008

Paz

PAZ
Por Theo Colborn
, PhD


De todas las obras maestras de la naturaleza, el recién nacido, ya sea pez, pájaro, mamífero o humano, es con seguridad el más exquisito. Esta extraordinaria criatura es testimonio de la paz y armonía que existían en la matriz, o el huevo, antes de su entrada al mundo.

Durante siglos, la humanidad consideró sagrado el ambiente de la matriz, libre de violencia y traspaso. En ese ambiente prenatal, con una precisión increíble, las células se replican, se mueven, y forman capullos, miembros, cerebros, órganos sensitivos y reproductores, contribuyendo al fenómeno más milagroso de la Tierra. Desde el momento en que el esperma entra en el huevo, el desarrollo embrionario es orquestado por el sistema endocrino usando unos mensajeros químicos llamados hormonas. Con una precisión y armonía sinfónicas, mezclas de hormonas que cambian constantemente ordenan a las células cuándo dividirse y hacia dónde moverse. Como la música de un gran órgano, los acordes de estos coros hormonales dirigen la formación de tejidos y carne, e incluso le dicen a los tejidos cuándo deben morir después de que éstos no se necesitan más. Y ahora, en la pasada década, los químicos han sido capaces de medir concentraciones infinitesimalmente pequeñas de hormonas que conducen el desarrollo desde la concepción hasta el nacimiento. El sistema endocrino está tan bien afinado que depende de hormonas en concentraciones tan pequeñas como un décimo de una trillonésima parte de un gramo para controlar el ambiente de la matriz, tan discreto como un segundo en 3.169 siglos.

El sistema endocrino también controla la reproducción y así asegura la integridad y la supervivencia de las especies desde que la vida evolucionó por primera vez en la Tierra, hasta que la humanidad sin ser consciente de ello produjo sustancias químicas sintéticas que invadieron la seguridad en la matriz y crearon disonancia en vez de armonía.

La paz empieza en la matriz. El recién nacido refleja esta verdad. El orden es transferido desde cada célula a cada tejido, a órganos, organismos, familias, comunidades y naciones. Desafortunadamente, cuando el desarrollo es violado en la matriz por sustancias químicas creadas por el hombre, el recién nacido está en peligro. La supervivencia de los animales salvajes está amenazada. Pueden desparecer sin que nosotros nunca sepamos por qué. Para los humanos, dicha exposición puede llevar a una reducida inteligencia, descontentos, fracasos, y la incapacidad de integrarse socialmente. Las sustancias químicas creadas por el hombre privan a las sociedades de líderes y pensadores responsables. Los impactos sociales y económicos son incalculables. La pérdida de seguridad en la matriz extendida puede llevar a una pérdida de estabilidad a nivel nacional e internacional.

Los humanos en su carrera hacia el espacio han desviado la atención y limitado recursos en aprender sobre el funcionamiento del mundo interior del que toda vida nace. Hemos buscado en el espacio exterior y parece que hemos olvidado el espacio interior, del que toda la humanidad emerge. El ansia de saber más sobre el sistema solar que sobre el sistema en el que todos residimos antes de nacer ha dejado a la humanidad vulnerable. La misma tecnología que hizo la exploración espacial posible y creó la sociedad moderna ha llevado a la producción de sustancias químicas que invaden la matriz. En nuestra ignorancia nosotros asumimos que la matriz era inviolable mientras que al mismo tiempo producíamos más y más sustancias químicas sintéticas para mejorar la calidad de nuestras vidas. También asumimos que como estos productos hechos por el hombre no inducían rápidamente cáncer, eran seguros. También pensamos que los lagos, océanos, tierra y atmósfera asimilarían cantidades infinitas de deshechos de las nuevas tecnologías.

La indiferencia hacia el medio ambiente ha sido galopante en una escala global. Ahora que llegamos al final del siglo 20, nos topamos de repente con la realidad de que dondequiera que hemos destruido el medio ambiente, hemos dejado detrás desesperación, hambre, miedo y conflictos. A esto debemos añadir otro legado de la industria química, la invasión del entorno interior de todos los animales de la Tierra, incluyendo los humanos. Desde el Ártico al Antártico, las sustancias químicas fabricadas por el hombre, pueden ser encontradas en todos los tejidos animales. Ya no puede estar segura la descendencia en la matriz. Ningún niño nacido hoy está libre de las sustancias químicas creadas por el hombre. Las madres comparten estas sustancias a través de su sangre con los bebés que se desarrollan en sus matrices. No hay cura para un niño cuyos sistemas fisiológicos, inmunológicos y neurológicos vitales no se desarrollaron normalmente. Cuando la sociedad tome conciencia y gaste más en infraestructuras para la prevención que en remedios y curas, la estabilidad y la integridad pueden ser devueltas a la matriz. Las naciones del mundo deben unirse con un único propósito de restaurar la paz en el mundo interior, asegurando a cada recién nacido la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.

De ARQUITECTOS DE LA PAZ: Visiones de esperanza en palabras e imágenes por Michael Collopy © 2000.

Traducción de Thais®

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